
Supuso además el primer trabajo con material nuevo en siete años después de dos álbumes con canciones folk tradicionales, e incluye un «sonido nebuloso y ominoso», según el crítico Stephen Erlewine, debido al trabajo de Lanois, con quien Dylan grabó anteriormente Oh Mercy en 1989, y que «encaja con canciones densamente detalladas, amargas y dóciles, que Dylan interpreta con una angustia adecuada».